Invención peregrina de Daniel Zachariah, un inglés que por el año 2008 se radicó en Argentina, The Book Cellar quiso tener por propósito la búsqueda de libros usados en inglés para atender a lo que parecía ser una demanda insatisfecha dentro del rubro. La dimensión de aquel limbo de textos fue inesperada: hayan sido olvidados por descuido, despreciados por el mal criterio de su primer adquiriente o incluso cautivos del amoroso celo de sus dueños (¿habrá algo peor para un bibliófilo que otro bibliófilo?), en Buenos Aires había una vertiginosa cantidad de libros en mil idiomas a la espera de sacudirse el asfixiante polvo de garages familiares, de ser rescatados de la impiadosa amenaza de la humedad o deseosos de nuevas estanterías y la compañía de otros libros con los que compartir el íntimo contacto de sus lomos.